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22 oct 2008

Vidas modélicas (I): Marie Antoinette

Iniciamos una nueva sección que dedicamos a célebres personajes ya fallecidos, con el fin de rescatar su memoria a las nuevas generaciones y para que su existencia sirva de referente moralizante para la juventud. Esta sección correrá a cargo de la historiadora Pilar Gallego.

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Marie Antoinette

El personaje: Marie Antoinette de Habsburgo-Lorena (Viena, 1755 – París, 1793), archiduquesa de Austria, reina de Francia (1774–1793) por su matrimonio con Luis XVI.

Orígenes: Hija del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Francisco I. Su madre se empeña muy pronto en casarla con el Delfín Luis de Francia, el mayor de los nietos de Su Majestad Luis XV. Para ello, le aplica una severa educación para prepararla para sus altas responsabilidades. La boda tiene lugar en el Palacio de Versalles, el 16 de mayo de 1770. Es un día de gran regocijo y felicidad para el pueblo francés: más de un centenar de personas mueren asfixiadas en la calle, en plenos festejos.

Pero su presencia aviva celos en la nobleza y su espíritu piadoso no concuerda ni con la aristocracia ni con la vida libertina de Luis XV, que tiene por amante oficial no a una dama de reputación y prestigio sino a Madame Du Barry, una ramera deslenguada y conspiradora. Con ella, Marie Antoinette pasará malos momentos, en tanto debe convivir bajo el mismo techo con ella y, a la vez, mantenerse firme ante la castidad de su marido, hasta que el matrimonio se consume en julio de 1773. Así, no son pocas las veces que debe cruzarse por los pasillos de Palacio con la furcia, quien vulgarmente se befa de su cristiana decencia.

Marie Antoinette, Reina: El 10 de mayo de 1774, Luis XVI y Marie Antoinette se convierten en reyes de Francia. La ya reina aplica un justo y merecido castigo, humillante y a la vez ejemplarizante, a la fulana Du Barry, y se dispone a hacer honor a su rango y a la dignidad del país que la ha acogido, multiplicando su vestuario y las fiestas, cada vez más ampulosas. La situación social del país no es buena, pero ella lo compensa haciendo algunos actos de caridad y tratando a la servidumbre con deferencia: permite -en contra de lo que estaba establecido- que el servicio pueda disfrutar de las sobras de los manjares servidos en las fiestas, una vez éstas han acabado.

Aunque admirada por su cristiandad, se inicia una campaña de desprestigio en su contra, con falsas acusaciones de tener amantes. Entre los que provocan esas calumnias están los aristócratas que se han marchado prestos de Versalles -algunos discretamente, de noche- al no disponer de los medios económicos suficientes para sostener los cada vez más elevados gastos de la corte, a pesar que el pueblo francés, diligente y trabajador, aporta su economía para la felicidad de sus Soberanos.

El 19 de diciembre de 1778 nace Marie Thérese, a la que seguirán el Delfín Luis José (1781), Luis-Carlos (futuro Luis XVII, 1785), y Sofía Beatriz (1787) que se reunió con el Señor al año, por tuberculosis. Tras los nacimientos, emprende la construcción del Hameau en Versalles, una aldea en miniatura en donde pasa parte de su tiempo, cultiva hortalizas y tiene una pequeña granja de animales. Así, imitando las tradiciones pintorescas de las gentes más sencillas, se siente más cercana al pueblo francés, tan amado.

Pero la suerte no la acompaña: la semilla del odio irracional y diabólico se siembra y germina entre un populacho poco agradecido pero fácilmente manipulable por la locuacidad de personajes como Robespierre o Danton, quienes en realidad la envidian y detestan por no haber participado en ninguna de las centenares de espectaculares fiestas que han tenido lugar en Palacio. En julio de 1785 estalla el escándalo del collar: el joyero Bohmer reclama a la reina 1,5 millones de libras por un collar de diamantes encargado aparentemente por ella, quien lo niega reiteradamente. El rey confía el asunto al Parlamento, que determina que la culpa corresponde a un par de aventureros. La exculpación no calma los ánimos.

Marie Antoinette, desconcertada por la situación, decide reducir sus gastos cuando sospecha que el pueblo no comprende que el lujo de las fiestas tiene por única finalidad exaltar la grandeza de Francia y de sus gentes llanas. Pero entonces le llueven nuevas críticas cuando sus favoritos se ven privados de sus cargos. La llaman Madame Déficit.

La revuelta social, que desembocará en la revolución francesa, está a punto de estallar. Las gentes del pueblo, engañadas, acuden a Palacio pidiendo a gritos harina y trigo. Cuando se le informa del hecho, la reina -que pese a la hostigación no ha perdido un ápice de su caridad y cristiandad- responde pues que coman pasteles, en un más que probado deseo de felicidad a sus súbditos. No le sirvió. No la entendieron, o no interesaba entenderla.

En 1789 su situación es insostenible. El 6 de octubre una muchedumbre entra en el Palacio, matan a dos guardias y amenazan a la familia real, a la que obligan a ir a París. Durante el trayecto se lanzan amenazas contra ella e incluso le enseñan una cuerda prometiéndole una farola en la capital para colgarla. Se instalan en su Palacio de las Tullerías.

El 20 de junio de 1790 los reyes intentan escapar pero son reconocidos y detenidos en Varennes. Vuelven a París. El 10 de agosto se produce la insurrección: las Tullerías son asaltadas y son internados en la prisión del Temple. Durante las matanzas de septiembre, instigadas por Robespierre y secuaces, la princesa de Lamballe, amiga íntima de la Reina, es salvajemente asesinada y su cabeza exhibida en la punta de una pica, paseándola por delante de las ventanas tras las que se halla Marie Antoinette. Ella, tan acostumbrada al refinamiento y la buena educación, se horroriza al presenciar tamaña barbaridad.

Su Majestad Luis XVI es ejecutado el 21 de enero de 1793. El 27 de marzo, Robespierre pregunta por la suerte de la reina: quiere su cabeza. El 13 de julio el Delfín es separado de su madre, a la que no volverá a ver hasta la reunión de ambos en los Cielos. El 2 de agosto es Marie Antoinette la que es separada de sus hijas y es conducida a la Conciergerie. El 14 de agosto es puesta a disposición judicial ante el Tribunal revolucionario, el 16 de octubre es condenada a la pena capital y, al día siguiente, guillotinada.

Las consecuencias: Francia cayó en manos de Robespierre, quien acabó por mostrar su verdadera y diabólica cara, la de un tirano sin escrúpulos que instauró los amargos períodos del Terror y del Gran Terror, donde miles de franceses fueron guillotinados solo por ser sospechosos, sin juicio alguno. Cayeron algunos de los aliados de Robespierre, entre ellos Danton. Y finalmente, porque Dios aprieta pero no ahoga, finalmente la cabeza del propio Robespierre fue separada de su cuerpo.

El tiempo, que pone a cada uno en su sitio, ha elevado casi a los altares a Marie Antoinette y ha defenestrado al infierno a Robespierre.

La reflexión de Mª Asunción Gallego: Bueno, queridas jovencitas. Ya imagino que después de leer esto estaréis muy deprimidas, muy hechas polvo. ¡Qué injusta es la vida con alguna gente virtuosa, verdad!. Siempre tendremos el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, pero como véis hay quienes han seguido la senda del Calvario. Los revolucionarios eran gente muy mala, muy odiosa. Marie Antoinette, en cambio, era la personificación de la jovialidad, la alegría y la pureza. Fue reina y fue justa con sus súbditos. Pero a pesar de todo le cortaron la cabeza. ¿No encontráis similitudes -aunque sea de modo metafórico- con lo que sucede aquí con Esperanza Aguirre?. ¿No véis en los Enric Sopena o Mª Antonia Iglesias a los Robespierre de la actualidad?. Por eso, más que nunca, queridas jovencitas, hay que apoyar con todas nuestras fuerzas a Esperanza, y no permitir que unos desalmados quieran decapitarla. Que la historia triste de Marie Antoinette no se repita!.


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